- PAULA CASERO GUINEA, de 5ºA, en la modalidad de relato.
- ROCÍO PEULACH CALERÓN, de 5ºB, en la modalidad de poesía
POESÍA DE LA IGUALDAD
Los dos nacimos Iguales,
la misma noche de luna,
y del vientre de una madre.
Compartimos una cuna,
los dos crecimos unidos,
y nos trataron igual.
Los mismos besos de padre,
y los mismos de mamá.
Ahora te ves más grande
y más alto, y más fuerte.
Piensas que eres mejor,
y hasta te crees diferente.
Pero bien sabes que no
Que los dos somos iguales
como la hierba y la flor,
que cuando el viento las mece,
se mueven al mismo son.
Rocío Peulach Calerón
UN REGALO MUY ESPECIAL
- ¡Oh, no, mamá, qué aburrimiento!...
- ... Yo no quiero pasar las vacaciones de verano en casa de la abuela…, en su casa no puedo ni usar el ordenador porque allí no hay Internet…para eso prefiero quedarme aquí en nuestra casa. Por favor, mamá…
Aquellas vacaciones iban a ser diferentes a las anteriores. Debido a la crisis Isabel y su familia no tenían dinero para hacer un viaje y tampoco para ir unos días a un hotelito de la playa. Este año no había dinero. Papá había estado parado mucho tiempo. El único dinero que entraba en casa era el del trabajo de mamá, que les daba lo justo para vivir día a día. No podían permitirse ir de vacaciones.
Ya estaba decidido. Pasarían unos días en casa de la abuela y así, de paso la ayudarían con la limpieza, pues a la abuela en verano le encantaba poner la casa patas arriba, blanquear las paredes, lavar las cortinas, los edredones…..
La abuela Carmen vivía en un pueblecito de la Sierra de Sevilla. Estaba a punto de cumplir 80 años , pero no los aparentaba ¡hacía montones de cosas! y además la piel de su cara se conservaba bastante bien, según decía ella, por el aire limpio y sano de la sierra.
La abuela tenía cinco hijos e hijas, tres vivían en Barcelona: el tío Zaca, la tía Tere y la tía Carmeli; el tío Paco, que vivía en el mismo pueblo ; y mi madre , que vivía en Jaén.
¡ Qué alegría le dio a la abuela ver llegar a su hija, a su yerno y especialmente a su nieta! La pobre pasaba la mayor parte del tiempo sola. El tío Paco, su mujer y mis primos Fran y Lola, eran los que más la visitaban, al vivir en el mismo pueblo. Los demás solamente íbamos en Navidad y algunas veces una semana en las vacaciones de verano. Esta era la primera vez que íbamos a pasar más tiempo allí.
- ¡ Cuánto has crecido, Isabel ! ¡ Estás enorme!... dijo la abuela nada más verme bajar del coche.
Después de los saludos, la abuela notó enseguida en mi cara un poquito de tristeza.
- ¿ Qué le pasa a la niña? le preguntó a mi madre.
- Nada, ya sabes…ella prefería ir de vacaciones a la playa…no le eches cuenta, se le pasará pronto…contestó mi madre.
Después de comer, salimos un ratito al porche ¡ qué bien se estaba allí !, aunque hacía calorcito, se estaba a gusto. La abuela se quedó dormida en la mecedora, papá leía el periódico y mamá me hizo una seña para que me fuera con ella a deshacer el equipaje y preparar la habitación.
Al día siguiente, la abuela Carmen subió al desván a ordenar un poco. No tuve más remedio que ir con ella, allí no había ningún entretenimiento, así que fuí con ella para curiosear un poco lo que había allí.
Allí arriba lo único que había era polvo, cosas antiguas y cajas. Solo, me gustó una muñequita de trapo a la que le faltaba un ojo. Hasta que ví una caja en la que ponía “FOTOS” y decidí ponerme a verlas mientras la abuela colocaba bien unas telas que había subido del piso de abajo.
Me senté en una sillita vieja que había allí al lado, y empecé a ver fotos.
- Abuela, ¿ quién es ésta?
- Soy yo cuando era chica con mi muñeca favorita. Bueno, en realidad era la única que tenía…
- ¿ Y ésta?
- También soy yo…más grandecita, con mis tíos Eulogio y Patrocinio
- ¡ Uy, qué nombres…!
- Sí, ¿verdad? te suenan raros ¿a que sí?
- Abuela, ¿y quiénes son todos éstos?
La abuela cogió la foto entre sus manos y se colocó bien las gafas. Pude ver en sus ojos que una lágrima asomaba.
- Abuela, ¿ qué te pasa?
- ¿Prefieres que guarde las fotos?
- ¡Oh, no te preocupes, pequeña! Ven, siéntate aquí conmigo, que te voy a contar algo.
- Mira, éstos que aparecen en la foto son mis padres y mis 7 hermanos y hermanas. Creo que es la única foto que tengo que estamos todos juntos, porque en mis tiempos, no se hacían tantas fotos como ahora.
- Yo soy la mayor, ésta de aquí ¿ ves?
- Sí, si, abuela.
- ¡ Ay qué tiempos…!
La abuela me contó que sus padres eran panaderos. Su padre trabajaba toda la noche haciendo el pan y su madre lo vendía por la mañana. Como eran tantos hermanos, ella, que era la mayor apenas pudo ir al Colegio, pues tenía que ayudar a su madre con las tareas de la casa y cuidar de sus hermanos más pequeños. Así se pasó toda su infancia. Casi no tuvo tiempo ni de jugar.
- ¡ Uy, abuela! Por lo menos te libraste del cole.
- ¡ Pues a mi me hubiera encantado ir!
- ¿ Si abuela?
- ¡ Claro que sí! Y aprender muchas cosas, como tú haces.
- Bueno, abuela, sigue contando.
- Pues nada, después mi padre se puso muy enfermo y no pudo seguir trabajando en la panadería, así que mi madre intentó hacer ella el pan, pero la pobrecilla no podía con tanta carga y también ella se puso enferma.
La abuela continúo contándome que para entonces ya se había hecho mocita y que tuvo que trabajar fuera de casa para ganar dinero. Trabajaba en una casa por la mañana, limpiando, y por la tarde iba a otra casa a lavar ropa, pues entonces no había lavadoras. Cuando llegaba a su casa, atendía a sus padres enfermos, preparaba la comida del día siguiente para sus hermanos y organizaba la casa.
Así hasta que sus padres murieron, primero su padre y un par de meses después su madre. Ella trabajó duro para sacar a sus hermanos adelante y procuró que no les faltara nunca su ropa limpia y su plato de comida caliente.
Los hermanos fueron creciendo, haciéndose mocitos y mocitas y ella conoció al que sería mi abuelo. El abuelo, Zacarías.
- Mira, una foto de tu boda.
- Abuela, ¡ qué guapa estás!
- Si…¿ te gusta?
De nuevo, apareció una lágrima en sus ojos.
- Abuela, ya está. Guardamos las fotos.
- Sí será mejor que las dejemos para otro momento que ya se está haciendo tarde.
- Pero si casi es la hora de comer…¡qué rápido se me ha pasado el tiempo, abuela!
- Si hijita…el tiempo pasa volando.
Bajamos del desván, mi madre estaba preparando la mesa.
- ¿ Pero por qué habéis tardado tanto? ¿ qué estabais haciendo allí arriba?
- Nada mamá, ordenando chismes, contesté guiñando un ojo a la abuela.
- Claro, ¿ qué vamos a hacer si no?, dijo la abuela.
La verdad es que los días se me pasaban más rápido de lo que pensé al principio. Me encantaba estar con la abuela pues siempre tenía alguna historia que contar y lo mejor de todo nunca tenía prisa para nada. Parecía que el tiempo se detenía cuando estaba a su lado.
Otro día, que nos quedamos solas, pues papá y mamá tenían que ir a Sevilla para arreglar no sé que papeles…. la abuela me contó cómo conoció al abuelo Zacarías y lo mucho que se querían. También me contó cómo lo perdió una fría mañana de invierno. Las lágrimas rodaban por sus mejillas.
- Abuela…
- No importa. Es que no puedo evitarlo. Siempre que hablo de él lloro. Pero no te preocupes. Es bueno llorar cuando el corazón así lo siente.
El abuelo era maquinista de tren y aquella mañana había una espesa niebla… No supimos nunca con certeza qué ocurrió pero lo cierto es que el tren descarriló y el abuelo murió en el accidente. Fue terrible.
- Abuela ¿ y qué hiciste entonces?
- Pues lloré y lloré hasta que se me secaron los ojos. Estuve un tiempo muy triste, no tenía ganas ni de levantarme de la cama, ni de comer ni de nada. Hubiera querido irme con él….hasta que un día me dije: “esto no puede seguir así, a Zacarías no le gustaría nada verme así” y entonces empecé otra nueva vida, viuda y con cinco pequeños a mi cargo ¡nada menos! Gracias a la ayuda de mis vecinas, fui mejorando día a día y trabajando mucho, de sol a sol, saqué a todos mis hijos adelante. ¡ Ni yo misma sé cómo pude hacerlo! Estoy segura que desde el cielo alguien me echó una mano…
- ¡ El abuelo Zacarías…! dije yo.
- Estoy segura de ello contestó la abuela.
- Tomemos un refresquito, dijo, y se fue al limonero cogió unos cuantos limones y entró en la cocina. Preparó una limonada buenísima.
- Ves, éste está más rico que la que tú haces con polvitos, dijo y dio un trago largo.
- Ya lo creo abuela.
Durante los días que estuve en casa de la abuela, hubo muchos momentos en que nos quedábamos solas y ella me contaba historias de su vida. A mi me encantaba escucharla, el tiempo se me pasaba volando mientras me relataba su vida. Cuando me acostaba por la noche y volvían a mi cabeza las historias de mi abuela pensaba en lo durísima que había sido su vida, siempre trabajando y sacrificándose por los demás, sin tener tiempo para el descanso ni para ella misma…..y sin quejarse nunca.
- Mamá, pregunté un día a mi madre, ¿cuántos días faltan para el cumpleaños de la abuela?
- A ver, hoy estamos a 10 de julio…faltan exactamente 12 días. Su cumple es el día 22.
- ¡ Quieres que vayamos a buscarle un regalo?
- No mamá estaba pensando en otra cosa…en otro tipo de regalo…
Le conté a mamá mis planes, le parecieron magníficos y las dos nos pusimos manos a la obra. Contactamos con los cinco hermanos de la abuela que aún vivían, llamamos a los tíos de Barcelona, le contamos al tío Paco nuestro plan, y el día 22 de julio, después de tomar el desayuno, le pedí a la abuela subir al desván de nuevo para ver alguna foto más de la caja.
En realidad, mi intención era despistarla un poco para que diera tiempo a preparar la fiesta sorpresa que le teníamos guardada.
Cuando bajamos del desván, la abuela se encontró con toda su familia en el salón de su casa…por poco le da un patatús…de tanta emoción.
- ¡Sorpresaaaa!….dijeron todos a la vez.
- ¡Ay, qué alegría! ¡ qué ilusión! ¡toda mi gente!La abuela besó y saludó a todos uno por uno.
- Seguro que esto ha sido idea de mi Isabel…
Los mayores se pusieron a hablar y yo salí fuera a jugar con mis primas y primos.
Al cabo de un rato, mamá me llamó para leer la carta tan bonita que le habíamos preparado. Decía así:
“Para nuestra Carmen, la que nos ha cuidado toda su vida, trabajando sin descanso, dándonos su amor. Ayudaste a tus padres, a tus hermanos, y a tus hijos dándoles todo lo mejor que hay en tí. Sin pedir nada a cambio. Nunca te has quejado, nunca te has enfadado y nunca has dejado de trabajar para nosotros. Ahora es el momento de que todos nosotros te demos las gracias por tu entrega y generosidad . Queremos que sepas que ¡TE QUEREMOS!
Nada más terminar de leer la carta, me acerqué a mi abuela y le dije:
-Abuela, todos te queremos. Y cuidaremos siempre de ti como tu nos has cuidado a todos.
-Sí…..gracias, yo he cuidado de todos porque os quiero mucho.
Al observar que a las dos se nos saltaba una lágrima, fui corriendo hacia la cocina cogí un pañuelo y se lo dí a la abuela que lo necesitaba tanto como yo. Nos dimos un abrazo enorme.
- ¡Abuela, mamá, papá estas vacaciones han sido mejor de lo que pensaba! He vivido la vida de la abuela en el desván con ella viendo fotos, he sentido tantas cosas que no quiero irme….
Todos se quedaron callados.... Hasta que la abuela dijo:
-¿Tomamos una limonada fresquita? ¡ De las mías ¿ eh?! Pues venga, traedme unos cuantos limones.
¡Me encantaba cuando decía esas palabras!
Antes de salir corriendo hacia el limonero, me acerqué a ella y le dije al oído:
-TE QUIERO ABUELA.
PAULA CASERO GUINEA. 5ºA
Nuestro colegio ha recibido un diploma por su labor coeducativa por la alta participación de nuestro alumnado de 4º, 5º y 6º.
Gracias a estas niñas y a estos niños vamos consiguiendo un importante recorrido en el camino para la igualdad de oportunidades.
¡ENHORABUENA A TOD@S L@S PARTICIPANTES!
Seguid así, porque estáis sensibilizando por un tema que aunque sea difícil, lo estamos cultivando: el camino hacia la IGUALDAD.
ResponderEliminarEnhorabuena a Paula y a Rocío y gracias a tod@s l@s niñ@s que os habéis implicado en la creación de estos cuentos y poesías.
Me encanta que os impliqueis en esta labor tan bonita...un camino hacia la igualdad
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